Las fuertes y abundantes lluvias han provocado el desbordamiento del río Guadalupe. No hay noticias sobre el destino de los jóvenes huéspedes de un campamento de verano que continuan desaparecidos
Los más de 400 operadores que trabajan sobre el terreno, divididos en nueve equipos de rescate, apoyados por 14 helicópteros y 12 drones, los buscan por todas partes. Pero, por ahora, no hay rastro de los 23 jóvenes que alberga el centro cristiano de verano Camp Mystic, en el condado de Kerr, en el centro de Texas. Llegados con el entusiasmo desbordante del verano, están desaparecidos, atrapados por la violencia del agua: el viernes, poco antes del amanecer, una tormenta desató casi 30 centímetros de lluvia y provocó el desbordamiento del río Guadalupe. Por ahora, hay 24 muertos y decenas de desaparecidos.
La investigación continúa, muchos desaparecidos
Las autoridades regionales informaron que 237 personas fueron rescatadas, pero esta es la tierra de las inundaciones repentinas, donde la lluvia, al no encontrar suelo, se desliza colina abajo a una velocidad devastadora y corre el riesgo de causar más daños. Las labores de búsqueda y rescate de las personas atrapadas en las inundaciones continúan sin cesar, como aseguró el gobernador de Texas, Greg Abbott, quien firmó una declaración de desastre para garantizar que las autoridades locales cuenten con los recursos necesarios para seguir respondiendo a las inundaciones. «Texas no se detendrá ante nada para garantizar que se identifique a todas las personas desaparecidas«, aseguró.
El presidente Donald Trump se hizo eco de las autoridades regionales y prometió que «nos encargaremos de ellos» y que «estamos trabajando con el gobernador» porque «es terrible, impactante, aún no sabemos cuántas personas han muerto, parece que hay algunos jóvenes«.
Desafíos cada vez más impresionantes en Estados Unidos
Sin embargo, hasta la fecha, los esfuerzos de la administración central parecen centrarse cada vez menos en la necesidad de abordar estas crisis de forma estructural y preventiva, como lo confirma la retirada del Acuerdo Climático de París o la reciente decisión de no destinar ni un solo dólar a la investigación climática en el presupuesto anual de la NOAA, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica.
Esto parece urgente porque Estados Unidos está experimentando una ola de desastres ambientales cada vez más potentes: si en 2023 se registró el récord histórico de 28 eventos climáticos extremos, incluyendo tormentas, huracanes e inundaciones, en 2024 se registraron 27 eventos climáticos extremos con daños por valor de 182.700 millones de dólares y al menos 88 víctimas registradas entre enero y septiembre. Según un informe de Morgan Stanley publicado por Bloomberg, en Norteamérica los daños causados por tormentas severas afectan al 57 % de las empresas, que se quejan del aumento de costes, las interrupciones laborales y la caída de la facturación. Un triste historial que debe remediarse encontrando el equilibrio adecuado entre la crisis climática y la crisis energética, rechazando tanto las soluciones simplistas como los eslóganes negacionistas
