Santi Vedrí presenta el documental Félix Hernández, OP. Cuando el lienzo es Evangelio: una producción que invita, a través del arte, a detenerse, a hacer silencio, a mirar dentro de uno mismo
En mi habitación hay un cuadro. Podría describirlo, darles todos los detalles para que se lo imaginen, pero creo que no sería capaz de hacerlo bien del todo. Lo que sí puedo decirles es que ese cuadro llegó a mi vida casi por casualidad, en silencio, como llegan las cosas que (aparentemente) no tienen mucho sentido. Y ahora, cada vez que lo miro, algo por dentro se remueve y vuelven los recuerdos, los anhelos, los sueños y los rostros. Y, por encima de todo, el Rostro.
De eso, y de su autor, habla precisamente el documental Félix Hernández, OP. Cuando el lienzo es Evangelio, dirigido por Santi Vedrí y presentado ayer en O_Lumen, espacio para las artes y la Palabra. «Más que explicar, he intentado conseguir que el espectador entre y contemple, como hace Félix con sus cuadros», decía el director en su presentación. Y vaya si lo consigue. El documental, grabado durante el transcurso de 6 años en diversas ciudades incluyendo Córdoba, Sevilla y Roma, mezcla a la perfección la belleza, la verdad y el amor, esos tres pilares que, como recordaba Fray Vicente Niño, OP, después de la proyección, ninguna obra de arte debiera olvidar. Es verdaderamente una puerta abierta al alma del artista.
Y es que el arte abstracto, y en especial la obra de Fray Félix, ante todo propone, nunca impone. Invita a detenerse, a hacer silencio, a mirar dentro de uno mismo y tratar de entender qué te hace sentir aquello que contemplas. No necesita explicación, no le hacen falta las palabras o las figuras, porque es capaz de hablar a lo más hondo del que lo mira, siempre que estemos abiertos de verdad a que el cuadro nos atraviese, interpele y se instale en cada uno de nosotros.
La búsqueda de la Verdad, tan arraigada en la tradición dominicana – no tanto como consigna sino más bien como impulso vital – permite a Félix adentrarse en la pintura, la oración y la teología desde un ángulo que escapa a muchos artistas contemporáneos. Como bien dice Vicente Niño en el documental, «Cada obra suya es también un relato teológico. En ella convergen su vocación de predicador, su estudio, su fe». Y es en ese cruce, en el que se encuentran el artista y el dominico, donde su obra adquiere una hondura que va más allá del mero talento.
La tradición le atribuye a Santo Domingo de Guzmán nueve modos de orar, y parece que fray Félix ha encontrado el décimo en la pintura. No como una simple metáfora, sino como una forma real de plegaria silenciosa. Él mismo lo ha repetido en más de una ocasión: «Cuando pinto, rezo». No como quien se abstrae del mundo y separa la misión de la mística, sino como quien ha aprendido a fundir ambas dimensiones en un solo movimiento, un solo trazo. El lienzo se convierte así en altar, en alabanza, en Evangelio encarnado. Reside ahí aquello que decía Santo Tomás de Aquino: «Contemplad y dad lo contemplado». No se trata únicamente de ilustrar y dar color a lo sagrado, sino de dejar que lo que se contempla en el silencio de unas Vísperas, se vuelva don visible, predicación viva.
Todo eso es lo que Santi Vedrí consigue trasladar al espectador con su documental: una invitación al diálogo entre el artista, el cuadro y los sentimientos y emociones de quien lo contempla. Un verdadero ejemplo de la Palabra encarnada. Así que, si tienen la oportunidad de verlo, no la pierdan. No se arrepentirán.