De acuerdo con la experiencia de este exorcista, si alguien se acerca a comulgar y esconde la sagrada hostia existe la probabilidad de una posesión demoníaca
Tomar la hostia durante la Santa Misa y luego esconderla podría ser un signo de posesión demoníaca, o al menos de una fuerte influencia del demonio. En el libro de Alberto Castaldini «La diabólica adhesión» (Sugarco), el prefacio de Don Silvio Zonin, exorcista, relata un caso práctico de posesión demoníaca no «visible«.
Comunión en la lengua
«Un día, un amigo mío, joven y observador, vio entrar en la iglesia a un tipo que asistía impasible a Misa -relata don Silvio Zonin-a ponerse en fila y comulgar en su lengua sin tocarla con un dedo, ante la mirada petulante de los fieles ‘tradicionales‘ presentes. Pero salió deprisa, demasiado deprisa, y se fijó en él. Entonces le vio sacarse la Hostia de la boca y guardársela en el bolsillo«.
«¿Por qué me queman?»
El exorcista prosigue: «Varias veces he oído con mis propios oídos escalofriantes blasfemias contra el Crucifijo o la Santísima Virgen que salían de la boca de los obsesos a los que trato; les he oído burlarse: ‘¡Ese de ahí, que te protege!’; les he visto escupir sobre la estatua del arcángel san Miguel, mientras intentaban arrebatarme la estola y el cubo de agua bendita, diciendo: ‘¡Por qué me queman!»»
Signos de posesión demoníaca
Don Silvio Zonin dice saber bien, que un signo para diagnosticar la posesión demoníaca «es precisamente la aversión a lo sagrado, a los objetos, a los ritos, a los lugares benditos. Estamos ante dos partituras distintas de la misma sinfonía!»
«El que blasfema y grita como un loco…»
A la pregunta de quién está «poseído por el demonio«, el exorcista responde: «Probablemente aquel que blasfema y grita como un loco y no puede cruzar el umbral de la sacristía. Pero el que hace la debida reverencia ante el sagrario, se lleva la Comunión a la boca y luego se la mete en el bolsillo, ¿qué es? El diablo está implicado en ambas cosas, ciertamente, pero son dos historias diferentes’.
Si el primer caso, observa don Silvio Zonin, «puede ser, como se dice, posesión, ¿cómo definir el segundo? Indica ciertamente una posesión, más cierta que la primera, pero «consumada, con plena advertencia y deliberado consentimiento».
«Recuerdo bien el texto joánico que habla de Judas Iscariote en el Cenáculo: Entonces, después de aquel bocado, Satanás entró en él (en realidad llevaba ya algún tiempo morando allí…) Habiendo tomado el bocado, salió inmediatamente. Y se hizo de noche (Jn 13,27.30)».
En el corazón de la persona
Se trata siempre de una aversión a lo sagrado, aclara el exorcista, «solo que la primera, la del obseso, es sobre todo inducida, y se manifiesta de manera llamativa, como un caballo de circo, con signos evidentes. En el segundo caso, la presencia de Satán está ‘en el corazón’ de la persona, y es probablemente el resultado de una elección, o más bien de una serie de elecciones, hechas, rehechas y consumadas; una ‘posesión buscada y querida’, sin las modalidades de una película de terror, pero fría, calculada y acompañada de un profundo desprecio y de un odio mortal absolutamente controlado».