Un convento del siglo XIX, largo tiempo olvidado y en mal estado, lo restauran gracias a los esfuerzos de un grupo de jóvenes y a la dedicación de un sacerdote católico
Por cuarto año consecutivo, el padre Mathieu Raffray, del Instituto del Buen Pastor, se ha dirigido a los jóvenes franceses a través de las redes sociales, invitándoles a unirse a él en la tarea de «reconstruir la Francia cristiana».
En los últimos años, el Instituto del Buen Pastor ha emprendido diversos proyectos de restauración, incluido un seminario y otras estructuras católicas cerca de Chartres y del Monte Saint-Michel. El padre Raffray se ha centrado especialmente en implicar a los jóvenes en estos trabajos.
El proyecto de este año tiene como objetivo convertir el antiguo convento en un centro de retiro espiritual.
Renovar edificios, restaurar almas
«Es una gran forma de aunar varios aspectos —explicó el padre Raffray a The Register—: ser útiles y, al mismo tiempo, ofrecer a los jóvenes, que a menudo están muy aislados en su vida cotidiana, la oportunidad de conocer a otros jóvenes católicos, de encontrarse con sacerdotes, de hacer preguntas, de descubrir la misa tradicional (TLM), todo ello contribuyendo a preservar el patrimonio».
Este año, 28 jóvenes —a los que el padre Raffray contactó a través de las redes sociales, en particular de su amplia plataforma en Instagram, seguida tanto por creyentes como por no creyentes en Francia— participaron en la iniciativa entre el 13 y el 20 de julio.
Aunque la mayoría eran católicos, el grupo de este año incluía ateos, bautizados no practicantes y recién bautizados. La mezcla dio lugar a enriquecedoras conversaciones y momentos de oración compartidos, en los que muchos se inspiraron en quienes tenían una fe más profunda.
«Muchos jóvenes franceses quieren descubrir la fe católica y se sienten llevados a preguntarse por ella a través de la historia, el patrimonio y la cultura», señaló el padre Raffray.
Al elogiar «las diversas iniciativas que han surgido para el cuidado de nuestro patrimonio» —como SOS Calvaires y Rénouve Une Statue, dos organizaciones francesas dedicadas a restaurar crucifijos y estatuas en todo el país—, el padre Raffray destacó que el cristianismo, al «insistir en que somos a la vez cuerpo y alma», acoge de forma natural este tipo de esfuerzos.
Observando que estas iniciativas resultan especialmente populares entre los jóvenes, explicó que su atractivo radica en que ofrecen «una manifestación exterior —a veces muy exigente físicamente— de las convicciones espirituales», lo que, a su vez, permite «una transformación interior más profunda».
«Se trata de restaurar edificios físicos, pero, en última instancia, lo que me interesa es la restauración de las almas», señaló. «Y creo sinceramente que todos estos jóvenes, cuando terminan el campamento, sienten que han crecido, aprendido algo y han sido restaurados espiritualmente».
Construir el Reino de Dios en la tierra
Clément Gomes, de 24 años, de Corbeil-Essonnes (Francia), participó por segundo año consecutivo, tras haber conocido al padre Raffray a través de Instagram.
«Entendí que habría trabajos de restauración y pensé: “Podría estar bien dar un poco de dimensión física al aspecto espiritual” —explicó Gomes a The Register—, como una peregrinación, en el sentido de que pasas por ciertas incomodidades físicas, casi como una penitencia, para contribuir a algo más grande».
«Puede parecer ridículo —pasamos solo una semana renovando algunas cosas—, pero en realidad es enorme. Estamos aportando nuestra piedra al edificio del ministerio de Dios en la tierra y contribuyendo al reino de los cielos, aquí abajo, a través de nuestras pequeñas obras».
A pesar del trabajo físico, Gomes, que se convirtió al catolicismo hace dos años y medio, vivió toda la semana como un retiro, haciendo un esfuerzo adicional para levantarse temprano para la misa y rezar el rosario, añadiendo: «Jesús sigue sorprendiéndome y yo sigo redescubriendo a Cristo cada día».
«Durante una semana, estamos fuera del mundo. Vivimos verdaderamente en comunidad, entre compañeros cristianos, sintiéndonos más vivos que nunca, ardiendo de celo».
Además de las conversaciones fascinantes, el descubrimiento de la misa tradicional en latín celebrada por el padre Raffray cada mañana fue especialmente conmovedor. «Es muy enriquecedor espiritualmente y como un entrenamiento —dijo Gomes— antes de volver al mundo».
Deber hacia su patrimonio
Maxence Noël-Foubet, de 17 años, de una ciudad cercana a Lille, en el norte de Francia, también descubrió la misa en latín gracias al padre Raffray. Por medio de las redes sociales, el sacerdote le ayudó a encontrar una parroquia que ofrecía la misa en latín y le animó a asistir.
Para Noël-Foubet, la semana estuvo llena de aprendizaje atento por parte de los sacerdotes y seminaristas del Instituto del Buen Pastor. «Podíamos hacerles preguntas en cualquier momento —contó a The Register—. Siempre sabían cómo responder, y podían hablarnos durante horas, en la mesa o después de misa, sobre cualquier tema».
No obstante, recalcó, «el campamento giraba en torno a la obra» y a la restauración del convento.
«Nos dividimos en grupos de trabajo —explicó—. Algunos se ocuparon del interior; mi grupo se encargó de la escalera. Otros trabajaron en los árboles del exterior, y así sucesivamente. También nos organizamos para las comidas, los platos y el resto».
«Creo que es precisamente la unión entre lo espiritual y, al mismo tiempo, el deber que tenemos hacia nuestro patrimonio, de preservar lo que nuestros antepasados construyeron, lo que atrae cada vez más a los jóvenes, porque es un retorno a la tradición», dijo.
Reconstruir la fe en la sociedad
«Para reconstruir la fe en las almas —explicó el padre Raffray—, también debemos reconstruirla en la sociedad y en nuestra vida cotidiana concreta».
Explicó que existe un aspecto tangible y físico en la espiritualidad del Instituto del Buen Pastor: «Nuestro carisma es el Buen Pastor, el que da la vida por sus ovejas. Es la Eucaristía, el sacrificio, la oblación sacrificial».
«Pero —añadió—, también es Aquel que conoce a sus ovejas y cuyas ovejas le conocen. Así que hay un aspecto tangible en esta manifestación del amor de Cristo y de nuestro apego al reino de Cristo aquí en la tierra».
Agregó que, en la misa tradicional en latín, «lo sagrado se expresa de forma tan tangible».
Reflexionando sobre la importancia de expresar la fe mediante acciones externas en comunidad, señaló: «La secularización busca confinar la religión a una elección privada, individual, que no debe expresarse hacia el exterior. Pero la doctrina de Cristo Rey, la doctrina de la cristiandad, es exactamente lo contrario: alguien que es cristiano debe serlo interiormente, sí, pero también debe expresarlo exteriormente, en su actitud, en sus intenciones, en su vida familiar, en su vida diaria, en su vida profesional y en su vida social».
De hecho, argumentó el padre Raffray, «es una idea muy fundamental en la fe católica que la Iglesia se construye con piedras vivas. Nosotros también debemos construir con esas piedras vivas».
Fe «radiante, que respira, viva»
Fundado el 8 de septiembre de 2006 en Roma, el Instituto del Buen Pastor (IBP) es una Sociedad de Vida Apostólica de derecho pontificio, dependiente directamente de la Santa Sede. Su casa madre se encuentra en la parroquia de Saint-Éloi, en Burdeos (Francia), y su secretaría central está ubicada desde 2013 en Courtalain, en la región francesa de Eure-et-Loir.
El instituto fue creado por un grupo de sacerdotes franceses con el objetivo de vivir y difundir la fe católica a través de una identidad litúrgica propia: la celebración exclusiva de la misa tradicional según el rito tridentino de 1962. Inspirados por la figura evangélica del Buen Pastor, sus miembros combinan la atención pastoral con una fuerte labor de preservación y cuidado del patrimonio religioso.
Además de su labor litúrgica y de formación, el Instituto del Buen Pastor impulsa proyectos de restauración y reutilización de edificios religiosos. Entre ellos destaca la iglesia de Saint-Éloi en Burdeos y el antiguo convento Saint-Paul en la Dordoña, adquirido en 2019 para convertirlo en un centro de formación y retiros. Estas iniciativas, a menudo realizadas con la participación de jóvenes voluntarios, buscan no solo preservar el patrimonio material, sino también fomentar la vida espiritual y comunitaria.