Isaac Mendoza Sch.P., integrante de la tercera generación de “Escuelas Pías en salida”, comparte una reflexión personal tras su experiencia en Benín y su nueva misión como director de la Casa Hogar Calasanz en Veracruz
Su relato destaca cómo la vivencia intercultural y el servicio cotidiano transforman la forma de entender la misión escolapia, centrada en lo esencial: acompañar, educar y construir comunidad desde lo pequeño.
Isaac regresa de Benín con una certeza clara: “salir” no implica solo desplazarse geográficamente, sino adentrarse en la profundidad de las relaciones y el compromiso. En Benín, la convivencia con personas de diversas culturas le enseñó que la interculturalidad es una conversión personal, donde el Espíritu actúa en la fragilidad y la incertidumbre. Inspirado por Santa Dorotea, destaca la importancia de la cercanía, las aulas humildes y las historias individuales como lugares donde se gasta la vida.
La experiencia lo llevó a redescubrir un liderazgo fraterno basado en gestos simples: compartir la mesa, escuchar, celebrar juntos, pedir perdón y dar gracias. Estos actos cotidianos se convirtieron en un “sacramento de fraternidad” que trasciende las diferencias culturales. Con este aprendizaje, Isaac asume la dirección de la Casa Hogar Calasanz en Veracruz, donde acompaña a nueve niños en un entorno que combina estudio, vida comunitaria, apoyo emocional y espiritualidad.
En Veracruz, el enfoque es el acompañamiento cercano: estar presente en los momentos diarios, desde ayudar con tareas hasta compartir juegos o rezar juntos. Se fomenta la participación de los niños mediante responsabilidades reales y espacios donde su voz importa. Isaac identifica retos, como consolidar una economía solidaria, cuidar la formación y el bienestar de los educadores, e integrar lo pedagógico y lo espiritual en una experiencia unificada. Entre las bendiciones, destaca la resiliencia de los niños, el apoyo de la comunidad local y la red escolapia que los sostiene.
De Benín, Isaac trae una consigna: la misericordia organizada abre caminos, mientras que el desahogo sin acción no transforma. La misión escolapia, según su reflexión, se vive en lo pequeño: en un aula, una comida compartida, una conversación genuina. “Salir” es ir al corazón del carisma escolapio, a las periferias de las aulas y a las causas de la pobreza, con cabeza, corazón y pies. Su compromiso es seguir sirviendo para que todos crezcan juntos, confiando en que Dios guía el camino.