El Cabrito chiclayano ejemplifica la gastronomía peruana en su forma más auténtica: ingredientes sencillos transformados mediante una preparación cuidadosa y orgullo regional, plato favorito del Papa
El Papa León XIV vivió casi cuatro décadas en Perú antes de su elección a la Sede de Pedro en mayo de 2025. Llegó en 1985 como misionero agustino, enseñó Derecho Canónico, sirvió a caballo en parroquias rurales remotas y se convirtió en obispo de Chiclayo de 2015 a 2023. Conocido como defensor de los Derechos Humanos y portavoz de los pobres, habló durante la era Fujimori y apoyó a los refugiados de Venezuela. Su década en Chiclayo llevó a los lugareños a adoptarlo como uno de los suyos, llamándolo ahora el «Papa de Chiclayo«.
Fue en los bulliciosos mercados y restaurantes sencillos de su diócesis de Chiclayo donde Prevost descubrió un platillo que despertó su predilección: el cabrito chiclayano . Como informa Stefano Pozzebon de CNN , el Papa siguió volviendo a esta especialidad regional hasta 2023 (que sepamos).
Lo que hace especial al cabrito chiclayano
El cabrito chiclayano es un sustancioso guiso de cabrito, fundamental en la gastronomía de Lambayeque. El cabrito, tierno y más suave que la carne madura, se marina con ajo, comino, ají amarillo local y jugo de limón. Se cuece a fuego lento con cebolla, cilantro y un chorrito de chicha de jora (una bebida fermentada de maíz), hasta que la carne prácticamente se desprende del hueso.
El plato se sirve tradicionalmente con arroz blanco, cancha (maíz tostado) y, a veces, yuca o plátanos maduros. El resultado es una mezcla de sabores salados, ácidos y ligeramente dulces, con un caldo rico que evoca raíces culinarias tanto indígenas como coloniales.
La cultura gastronómica peruana es un mosaico de historia e innovación. La herencia indígena se refleja en el maíz, la papa y el pimiento, con milenios de antigüedad. La llegada de los españoles introdujo carnes y especias; las oleadas posteriores de inmigrantes africanos y asiáticos (en particular, japoneses y chinos) enriquecieron aún más el mosaico culinario.
Los chefs actuales fusionan estas tradiciones, dando lugar a platos tan famosos como el ceviche, el lomo saltado y el ají de gallina.
Los restaurantes de Lima suelen figurar entre los mejores del mundo, pero la excelencia prospera más allá de la capital. En el norte, los sabores evocan los ecosistemas locales —mariscos costeros, tubérculos serranos y frutos del bosque—, celebrando la identidad regional. Muchos argumentan que los mejores restaurantes peruanos no solo se encuentran en Lima, sino en lugares como Chiclayo, donde la autenticidad y la frescura se fusionan con un patrimonio cultural vivo.
El Cabrito chiclayano ejemplifica la gastronomía peruana en su forma más auténtica: ingredientes sencillos transformados mediante una preparación cuidadosa y un gran orgullo regional.
No se trata de alta cocina, sino del alma de la mesa diaria; y eso es lo que atraía al entonces futuro Papa. Ya sea disfrutado en un restaurante familiar o compartido entre peregrinos que visitan las numerosas iglesias barrocas del Perú, el cabrito chiclayano es un sabor a comunidad, fe e historia.
Iglesia de san Pedro en Andahuaylillas, la Capilla Sixtina del Perú
otógrafos…).