Entre los días 12 y 15 de noviembre de 2025, se celebraron en Oaxaca, México, las Jornadas Escolapias de América, un acontecimiento profundamente significativo para toda nuestra Orden
No se trató de un espacio deliberativo, sino de una mirada amplia y orante sobre la realidad escolapia en nuestro continente, iluminada por el espíritu del Año Jubilar de la Iglesia, que nos invita a ser verdaderos Peregrinos de Esperanza. El encuentro reunió al Padre General P. Carles Gil, a la Congregación General, a los Superiores Mayores de América, junto con religiosos de votos solemnes, juniores, laicos y laicas profundamente vinculados al carisma calasancio. Fueron días de discernimiento, escucha profunda y reflexión compartida, con la intención de leer juntos lo que el Espíritu está susurrando a las Escuelas Pías en este tiempo.
Bajo el lema “Peregrinos de Esperanza”, las Jornadas buscaron discernir en la encrucijada y decidir con esperanza, acogiendo las luces y sombras que marcan la vida de nuestras demarcaciones. En un clima fraterno y sinodal, los participantes se adentraron en una lectura sincera de la situación actual de las Escuelas Pías en América, recordando que la vitalidad del carisma nace siempre de las personas que lo encarnan. El carisma no es fijo, sino lleno de vitalidad. El Padre General Carles Gil i Saguer, subrayó con fuerza que las Escuelas Pías son, ante todo, rostros concretos, personas, y que nuestra fecundidad depende de la capacidad de mirar lejos, caminar juntos y mantener viva la identidad escolapia en cada obra educativa, pastoral y social.
Escuelas Pías en salida: un llamado que atraviesa el continente
Resonó con fuerza la invitación a vivir unas Escuelas Pías en salida, impulsadas por el Evangelio hacia las periferias geográficas y existenciales donde tantos niños y jóvenes esperan acompañamiento y oportunidades. América, marcada por desigualdades y desafíos, sigue siendo un campo privilegiado para la misión calasancia, que nunca se entiende desde la comodidad, sino desde la audacia, la presencia y la cercanía.
Una misión plural y compartida
Uno de los ejes fue la misión compartida, entendida como una verdadera comunión entre religiosos y laicos. Las jornadas reafirmaron con convicción que el carisma escolapio es una vocación plural, que exige estructuras, procesos formativos y espacios reales de corresponsabilidad. Se insistió en la necesidad de que la cooperación se convierta en comunión, construyendo relaciones fraternas que superen la fragmentación, el aislamiento y las asimetrías que aún marcan nuestro continente.
Sinodalidad: caminar juntos para discernir mejor
La sinodalidad estuvo presente en cada momento del encuentro: en el tono de escucha, en la libertad para compartir, en la gratitud por la diversidad de voces. Las Jornadas mostraron que el camino escolapio en América solo será fecundo si es camino compartido, donde cada vocación, religiosa y laical, aporta su riqueza al servicio del Reino. Esta experiencia fue, ella misma, un testimonio pastoral de sinodalidad vivida y de Iglesia en movimiento.
Interculturalidad: don y desafío para la identidad escolapia
También se profundizó en el valor de la interculturalidad, reconocida como un don del Espíritu y, al mismo tiempo, un desafío cotidiano. América es un mosaico de culturas, lenguas y sensibilidades; aprender a convivir, respetar, integrar y celebrar esta diversidad es una exigencia evangélica y una riqueza para nuestra identidad escolapia. Una identidad auténtica no se impone: se construye en el encuentro, en la escucha y en la humildad.
Desafíos que interpelan: luces y sombras del presente
Las diferentes provincias y demarcaciones presentaron un panorama claro de su realidad. Entre los desafíos comunes surgieron:
la edad media elevada de los religiosos,
la desigual distribución vocacional,
la diferencia estructural organizativa presente en varios países,
la necesidad de fortalecer la sostenibilidad integral,
y la urgencia de formar un liderazgo para la misión, centrado en la identidad y en la colaboración.
También se insistió en mantener el carisma escolapio en el centro de nuestras obras, especialmente en un contexto de transformaciones educativas, políticas y sociales que desafían nuestras presencias.
Vitalidad y esperanza: claves del futuro
A partir de las reflexiones, se identificaron cinco pilares fundamentales para la vitalidad escolapia en América:
Vitalidad educativa, fiel al estilo evangelizador calasancio.
Misión compartida, como expresión madura del carisma.
Movimiento Calasanz, semillero de nuevas vocaciones.
Presencia intercultural, signo profético ante el mundo.
Solidaridad continental, que fortalece la comunión entre provincias.
Estas claves se articulan con las grandes claves del Capitulo General: identidad y autenticidad, Escuelas Pías en Salida, sostenibilidad integral y sinodalidad.
Redes, colaboración y renovada identidad
Las redes escolapias —Movimiento Calasanz, Oración Continua, Cultura Vocacional, Itaka-Escolapios, Educación No Formal y Acción Social— compartieron su vida, desafíos y aprendizajes. Sus testimonios confirmaron que el carisma se hace más fuerte cuando se vive en red, cuando se comparte, se ora, se discierne y se trabaja juntos. También se reconocieron fragilidades que piden nuevos procesos: continuidad, liderazgo, vocaciones, integración.
En una conferencia iluminadora, el P. José Mesa, SJ, recordó que “la tradición no es adorar las cenizas, sino mantener el fuego ardiendo”, invitándonos a asumir estructuras nuevas, liderazgos nuevos y una colaboración más profunda.
Conclusión: caminar juntos, mirando lejos
Las Jornadas Escolapias de América en Oaxaca fueron un verdadero tiempo de gracia. América es una amplia red de obras educativas y pastorales, y una pasión misionera que permanece viva, sigue siendo una porción vital de la Orden. Los compromisos que surgieron como reforzar alianzas interprovinciales, cuidar la formación, asegurar la sostenibilidad y renovar la opción por los más pobres, nos muestran un camino de esperanza y fidelidad creativa.
Con espíritu sinodal, las Escuelas Pías en América continúan avanzando, confiando en que el carisma de San José de Calasanz seguirá generando transformación, vida nueva y una profunda cultura de esperanza.
Toda esta experiencia fue posible gracias a la extraordinaria organización de la Provincia de México, y especialmente al P. Juan Antonio Domínguez y a la comunidad escolapia de Oaxaca.
